De madre catalana y padre asturiano, Dionisio de la Huerta nació en Barcelona el 19 de diciembre de 1899.
Ingresó con 6 años en el Colegio de los Jesuitas, donde permaneció hasta los quince años, alternando los veranos entre Gijón y Coya, donde su padre había finalizado la construcción de una preciosa casa de tres plantas que dedicó a su mujer. Desde sus inicios como estudiante dio muestras de una privilegiada inteligencia: era el primero de su clase, destacaba por sus iniciativas artísticas y por llevar la voz cantante en toda manifestación cultural y deportiva. Con 18 años concluyó la carrera de Derecho en la Universidad de Barcelona, y a los 19 se doctoraba en Derecho.
Comenzó a practicar la actividad deportiva dándole patadas al balón. Destacaría en rugby, donde llegó a tener varios títulos universitarios pero, debido a una complicada lesión de rodilla, tuvo que abandonar este deporte (y cualquier otro de choque), y dedicarse exclusivamente al tenis, deporte que venía practicando desde niño.
En el año 1920 le llegó el momento de cumplir la “mili”. Fue testigo presencial de los sangrientos combates en el Monte Gurugú y la victoria final en la guerra de África, en el año 1921, durante la que fue ascendido a suboficial, licenciándose con grado de brigada. Asturias fue el lugar elegido para celebrar haber vuelto con vida de aquel infierno que ya no se borraría de su mente.
El tenis cambió la vida de Dionisio. Como él mismo afirmó: “Con este deporte pude saciar mi inquietud de ver el mundo, conocer gentes y países. Sí, el tenis me llevó a dejar mi profesión de abogado para dedicarme de lleno a lo que fue mi gran pasión, que no es otra que el deporte.” Dionisio formó parte del equipo español en infinidad de ocasiones, enfrentándose a las mejores raquetas del mundo, y en el año 1933 logró el campeonato absoluto de Cataluña. Entre 1933 y 1958 se hizo cargo de la secretaría de la Federación Española de Tenis, y como capitán de la selección española dio en dos ocasiones la vuelta al mundo.
Fue en 1929 cuando Dionisio compró su primera piragua mientras se dirigía a la estación de Barcelona para tomar el tren que le llevaría a Madrid y, después, a Gijón. A los pocos días de hacerse con ella, estaba practicando en Coya (Infiesto), en la presa del Molino, para al poco tiempo, junto con Benigno Morán Cifuentes, bajar el río Grande que va desde Coya a Infiesto.
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Con las experiencias vividas en el río Piloña, el primer descenso del Sella que realizó Dionisio fue una simple excursión con espíritu aventurero donde, acompañado en su K-2 por Alfonso Argüelles y por Manés Fernández, invirtieron en el recorrido de unos veinticinco kilómetros, algo más de 4 horas. El tiempo era lo de menos; se trataba de pasarlo bien, disfrutar del viaje y, una vez terminado, celebrar una buena romería a las orillas del río, acompañados por muchos de sus amigos.
A Dionisio de la Huerta le cogió el comienzo de la guerra civil en Asturias. Lo primero que hizo fue acudir a reunirse con su familia en Barcelona y poco pudo saberse de su vida durante esos años. Alguna vez que otra comentó que pasó largas horas “sacando brillo” a las manzanas que, procedentes de Asturias, tenía en el desván de su casa y sobre todo que pasó largas horas escribiendo cartas y más cartas, versos y más versos y alguna que otra obra de teatro.
En los años siguientes a 1938, Dionisio reanudó su intensa actividad tenística y cultural, pero durante su estancia veraniega en Asturias comenzó a fraguar y tomar cuerpo la idea de celebrar el Descenso del Sella en piragua. Las gestiones a todos los niveles y sus incesantes viajes al extranjero comenzaron a dar sus frutos y en el año 1951, el Descenso del Sella ya era internacional. Cada año el Sella iba a más y cada vez Dionisio le dedicaba más tiempo a su fiesta de las piraguas, hasta tal punto que puede asegurarse que a mediados de los años cincuenta ya era el motivo principal de su vida.
Dionisio de la Huerta en la llegada del Descenso Internacional del Sella en Ribadesella |
Cuando invitaba a venir a deportistas y gentes de todos los continentes al Sella, nunca les vendía una competición deportiva, porque estaba convencido que competiciones las había mucho mejores. Dionisio de la Huerta afirmaba que viniesen a visitar el lugar más bonito del mundo.
Cansado de luchar en muchos frentes sin ser escuchado, unido a la disparidad de criterios con la federación de piragüismo, hace que en el año 1972, Dionisio dimita y abandone la organización del Sella hasta 1980, coincidiendo con el 50 aniversario del primer Descenso. Su vuelta supuso un gran acontecimiento. Estuvieron presentes esta edición los presidentes del Consejo Superior de Deportes, el Gobernador Civil, alcaldes de diversos concejos de la provincia, el presidente de la Diputación Provincial, el Presidente del Consejo Regional de Deportes, y, en definitiva, todas las autoridades relacionadas con el deportes y el turismo. Dionisio, por su parte, había preparado su Sella e invitó a los antiguos campeones, a sus viejos colaboradores, volviendo a batir el Descenso del Sella el récord de piraguas y de participantes. Más de 200.000 personas se dieron cita entre Arriondas y Ribadesella para presenciar el más grande de los espectáculos deportivos que se conoce, y, sobre todo, para aclamar al “rey” del Descenso, a su creador, que fue abriendo el desfile sobre un coche descapotable, como un emperador de tiempos modernos.
No hay ninguna duda de que el Sella, sin la magia personal de su creador, podría ser una competición deportiva, pero nunca sería un espectáculo completo. Sin Dionisio de la Huerta no sería posible la “Gran Fiesta de las Piraguas”.
A lo largo de toda su vida, Dionisio de la Huerta recibió numerosas distinciones y premios. Algunos de ellos se enumeran a continuación:
Busto homenaje a Dionisio de la Huerta en la Plaza del Cañón, Arriondas. Fuente: www.elcomercio.es |
En agosto de 1994, Dionisio de la Huerta disfruta el que a la postre sería su último Descenso del Sella. Una repentina indisposición en marzo de 1995 le lleva a guardar cama, debilitando su salud para finalmente fallecer, el 4 de abril de 1995 a la edad de 95 años.
Bibliografía: Cuesta, J., 2004. Dionisio de la Huerta. Un hombre de tres siglos. 2ª Edición.